viernes, 30 de octubre de 2015

jueves, 22 de octubre de 2015

¡Que viva la música!: Los camajanes las prefieren rubias- 2ª Parte

Escenas del capítulo anterior: La premier estuvo muy concurrida. Asistieron todos los matices caicedianos que iban armados de leña y combustible suficiente para incinerar al equipo de producción y sus compinches herejes.

Te conozco bacalao
El término adaptación me parece bastante impreciso a pesar de ser utilizado en muchas áreas de estudio (desde la biología hasta la dramaturgia). Es más sensato hablar de re-lectura o, en términos hitchockianos : aportarle cosas nuevas al texto original. De ahí que un adaptador no es más que un lector cualificado a quien le encomiendan la innoble tarea de descuartizar al autor. Fuerte, fuerte, hacha y machete.
Una buena re-lectura es la que elimina aquello eminentemente literario (la lírica, por ejemplo) y se queda con las imágenes, los personajes y los conflictos potentes.
Ya dijimos que, por principio de realidad, a la producción de la película  le tocó olvidarse de Los Rolling Stones por un lado y de la época caicediana por otro.
¿Qué le quedaba entonces a Charlie Brown y a Mr. Towers?  Tenían en sus manos  un personaje inolvidable y unos personajes secundarios que le ayudan a descender al infierno.
Y ese es el mayor acierto de ésta re-lectura. María del Carmen es un personaje universal y atemporal. Como lo es Madame Bovary , como lo es Joseph K.
El guión se toma licencias audaces. Sucede en el año 2013 pero con elementos anacrónicos: el acetato, el tornamesa, el amplificador de tubos, el niche que facha rufa. Elementos que sobreviven al tiempo y que, incluso, han resurgido a pesar de la revolución digital. Pero eso es mera ambientación como lo es en Blade Runner (1982, Scott), donde conviven la chatarra y las estaciones espaciales.
Lo realmente importante es una joven que se desclasa, que renuncia a una vida acomodada y se lanza al goce.  La Ley paterna, representada en un parco David Guerrero, se encuentra presente pero ausente. Es una Ley tenue, desdibujada.
Entonces viene el desborde. No importó la música electrónica en concubinato con la Sonora Ponceña, porque el guión nunca se desvía. Nunca suelta al personaje. Es la decadencia espiritual y física de una chica play que renuncia a la comodidad. Y  ese goce absoluto  lleva, inevitablemente, a la muerte.
La puesta en escena nos traslada allá, al delirio de la carne. Porque no se trata de sufrir me tocó a mí en esta vida (la chica lo tiene todo, materialmente hablando), sino de transitar de hombre en hombre, de viajar de piel en piel,  hasta matar y comer del muerto.

Ahora vengo yo
En Cali existen dos antecedentes similares en largometraje de ficción: Tacones (1982) y Ciudad delirio (2014).  Son antecedentes fallidos, que han quedado como testimonio de un cine sin alma. Por eso se agradece que el trio Brown-Towers-Warrior, hayan ejecutado una obra autónoma, inspirada en el texto de Caicedo pero actualizándolo, revalorándolo y agregándole una voz propia.
 La iluminación no es de postal turistera , como tampoco existen movimientos de cámara y de grúa que quiten el aliento. Los ojos nunca se alejan de la trasformación de María del Carmen. En su mal ejemplo, en su anarquismo absoluto que, con un centímetro más, rayaría en la apología al delito. A pesar del bailoteo, a pesar de las orgías, a pesar  de yo-hago- lo-que-me-da-la-gana, ella va triste y vacía.
 Como se sabe, la novela es un largo monólogo. A mi juicio, es más teatral que cinematográfica. Entonces, como solucionar ese monólogo interior que es eminentemente teatral?
Existen voces en off que molestan porque no hacen más que resaltar lo que el espectador está viendo en imagen. Pero éstos anti-consejos y  diatribas nos van mostrando la convicción espiritual del personaje para educar en la mala conducta. Es la lucha de la joven que se negó a envejecer. María del Carmen es la tambor de hojalata del trópico que prefiere alinearse con la muerte, cuando la moda es alinearse con la causa o con el melodrama.

Convergencia
 Usualmente se cree que hay que respetar al autor y que una adaptación exitosa es la que guarda fidelidad al texto. Pienso exactamente al revés. Dado que es imposible meterse en la cabeza del literato, lo mejor es subvertirlo, implotarlo, para sacar de ahí una película que se defienda sola. Testimonio de ello lo da Orson Welles al re-leer El Proceso de Kafka, Arturo Ripstein con El coronel no tiene quien le escriba de Gabo y Akira Kurusawa con Ran-Rey Lear de Shakespeare.  Hay fuego en el 23.



Para finalizar, el bolerazo Gentle Rain de Richie Ray y Bobby Cruz, de la banda sonora de la película



Leer primera parte picando aquí

miércoles, 21 de octubre de 2015

¡Que viva la música!: Los camajanes las prefieren rubias- 1ª Parte


A la premier de “¡Que viva la música!” llegaron todos: los caicedianos originales (que se fumaron un porro con Andrés y leyeron el borrador de la novela), los post –caicedianos (que lo descubrimos gracias a las ediciones pirata de calidad) y los Neo-caicedianos (que se encuentran ahora mismo terminando el bachillerato y lo descubrieron googleando )
Nunca hubo, frente a una cinta colombiana, tanta prevención y tanto prejuicio. “Es increíble que se haga una película basada en Andrés Caicedo y no suene Paint it black”- dijo uno de los originales. “Yo no concibo que  la historia se haya ubicado por fuera de la década del 70”- agregó un Post. “Y con música electrónica” – remató un Neo.
Así,  muchos asistieron  dispuestos a comer prójimo. De hecho, en la fila, se citaban las declaraciones de Rosario Caicedo (hermana del escritor) calificando la película como “un collage fragmentado e incoherente cuya base reúne las fórmulas infalibles: sexo de todo tipo, drogas y violencia”. Fuerte, fuerte, hacha y machete
Lluvia con Nieve
Me acuerdo ahora mismo de aquella famosísima respuesta de Alfred Hitchcock cuando lo fusilaban con la eterna pregunta de cine v.s literatura:
Había una vez dos perros (el gordo la cuenta con cabras, he aquí mi adaptación  caleña) que se quedaron atrapados en un teatro. Todo cerrado, hasta la caneca de basura estaba limpia. ¿Qué hacemos? – se preguntaron muertos del hambre. Subieron a la sala de proyección y, no habiendo más, se abalanzaron sobre los rollos de la película que exhibían por esos días. Al terminar popochos de devorar la cinta, un perro le pregunta al otro: Qué te pareció? Y el otro le contesta: me gustó más la novela
En torno a “¡Que viva la música!” esa discusión es inevitable porque estamos hablando de una novela de culto. Conozco gente que se la sabe de memoria. En mis tiempos caicedianos jugábamos a recitar aquel pasaje donde el autor nombra sinónimos de marihuana todos empezados por la letra B. O el pasatiempo de ir caminando por la calle haciendo casting a ver cuál rubia podía ser María del Carmen Huerta.
Siguiendo con Hitchcock , el gordo le confiesa a Truffaut  que la novela perfecta es “Crimen y Castigo” pero que nunca la adaptará, precisamente, porque siendo perfecta no tiene nada que agregarle. Se inclinaba, mejor, por libros menores que albergaran algunas ideas brillantes, en obra negra, que él pudiera pulir.
“¡Que viva la música!” es una novela escrita a las carreras, sin muchos retoques. Esa es su mayor debilidad pero, paradójicamente, su mayor fortaleza. Constituye el sueño de la escritura automática: desde el inconsciente pasa directo al papel bond. Pocas veces se lee un libro para jovencitos escrito por un jovencito. De ahí el vértigo al leerlo, de ahí el mito, de ahí el personaje paradigmático de María del Carmen.
Te invito a echar un pie
La novela refleja ese espíritu sesentero de la época: Cali era un pueblo grande que apenas soñaba con ser metrópoli, una ciudad simple que se dividía entre los ricachones del nortecito y el populacho del sur. La salsa intentaba ganarse un espacio entre el proletariado y en un colegio play como el Liceo Benalcázar era impensable que sonara acetato alguno de Richie Ray. Triste es mi canto, sabor a llanto y a soledad.
Por eso la prevención, ante la ausencia de Mick Jagger, no era infundada. Tampoco el hecho de que la historia hubiese sido trasladada al 2013 en un contexto distinto, más complejo. En el postmodernismo digital los géneros coexisten con una tolerancia asombrosa, al punto que hoy puedes asistir a una rumba que toque desde Judas Priest hasta el Charrito Negro. Y el DJ ni se despeina. Cómo justificar hoy que la Rubia salga huyendo de sus amigos burgueses y, de repente, descubra la potente voz de Bobby Cruz cantando Amparo Arrebato? No se supone que este tema es un clásico que se escucha hasta en los colegios play?


Leer segunda parte picando aquí

( Mientras tanto  disfrute a Ray Pérez  Y Mon Rivera, banda sonora de la película)